domingo, 27 de octubre de 2013




Domingo alrededor de las 17 hr. Estaba fóbica en la calle con la gente en general, me cruzaba de vereda si era necesario, y sentía que mi ropa no era la más adecuada. Vuelvo a mi depto y me cambio. Elijo la bici para hacer todo más llevadero. Apenas salgo al barrio nuevamente, miro en dirección a la calle que cruza la vía del tren y me doy cuenta que no todo es normal. En el asfalto se empiezan a dibujar ondas, y los autos están navegando sobre estas olas plomizas. Decido tomar ese camino, y empiezo a pedalear. Me meto por cuadras semi vacías, detrás del cementerio, detrás de las fábricas, por lugares por donde nunca circulo. Por momentos, las calles se extienden y parecen no tener fin. Siento que pasan horas, cuando en realidad son minutos. Las veces que veo gente, evito mirarlos y trato de cambiar de camino. Detrás del cementerio, viene en contra mío un colectivo muy lentamente, presiento que los pasajeros se van a colgar de la ventana a verme circular sola por ahí, tal cual si fuera una estrella de cine, o más bien Cuasimodo que anda deambulando por estos pagos. Me detengo ante el portón de un galpón, donde un cartel me llama la atención: “¿Querés jugar? Llamá al xxxx-xxxx (número de teléfono)”. Sigo pedaleando, me pierdo, y siento que cada calle, cada lugar me empieza a hacer recordar algún episodio ya vivido. Unas personas queridas, y algunas que extraño, empiezan a desfilar por mis recuerdos que creía enterrados. Mi cabeza se empieza a abrir de una manera impresionante. Están cavando profundo en mi cerebro y yo lo permito. Me empiezo a conectar con la simpleza de un barrio, de los ruidos normales de un típico domingo a la tarde. Miro al cielo, y las nubes lanudas están engendrando figuras de todas las formas. Si estuviera en el pasto, quizá lo disfrutaría más. Pero desde acá, desde donde estaba, igual se veía hermoso. Habré estado algunos varios minutos admirando esto. Ojalá estuviera en otro lugar más bonito… Quiero retomar el camino por donde empecé, para volver a casa. Me acerco a una avenida y me atrapa el pánico de querer mandarme por ahí. Me lleva alrededor de 10 minutos el crearme un plan para entrar en este camino donde circula tanta gente, tantos autos. Cuando lo logro, a pocas cuadras me topo con una plazita. Mi idea es detenerme un  rato. Y por segunda vez me siento paranoica. Nadie lo oye, pero yo empiezo a escuchar una música demoníaca que viene de la calesita. Ni siquiera había música (creo), eran los sonidos propios de la calesita, que me empezaban a succionar la cabeza produciendo esta música endiablada. ¡Es increíble que nadie la oiga! Miro un chico sentado en un banco y veo cómo su cabeza adquiere formas inhumanas. Creo que todos me están mirando… La situación me amedrentó. Tengo la necesidad de escaparme, pero a esta altura ya estaba completamente atrapada en esta plaza, como en un callejón sin salida. Tengo como los pies atados a los pedales de la bici, y la bici encadenada a un poste. Cuando encuentro cómo irme, y antes de irme, miro por última vez la plaza, y no parece real, se me figura que es una pintura. No es la misma plaza que me cruzo a diario y nunca le doy bolilla. Arranco a toda velocidad, ya algo desesperada por llegar a casa. Llego a casa y ya son las 20 hr. Entro como si fuera que me persigue el diablo, y que al cerrar la puerta, dejo detrás de ella todo el mal del mundo. Una ola de calor me inunda el cuerpo. Está todo en plena oscuridad y la pc por suerte está prendida, tengo la urgente necesidad de hablar con alguien a la distancia. Uso la computadora y el celular pero no los puedo manipular bien. El celular se me escapa de las manos y el teclado de la pc se aleja todo el tiempo. Garabateo algunas palabras a mis amigos y noto que no es lo mejor que estoy haciendo. Quiero tranquilizarme, decido hacerlo, prendo la luz azul de mi cuarto y pongo música. Las paredes respiran, y presiento que de minuto a otro se van a derretir. Me acuesto en el piso, y por varias horas más me zambullo en otra dimensión. La música explota dentro de mí, muere en mí, y yo parezco nacer con cada melodía. No puedo creer que allá afuera haya otro mundo, y yo acá, perdida en la jungla de mis pensamientos, creando un inverosímil mundo paralelo, exudando imágenes e ideas delirantes de mi cabeza, desprendiéndome de la realidad. Se cierne sobre mí una paz indescriptible. Hago actividades como escribir en cuaderno, fumar, que me parecen exquisitas. Fumar un simple cigarrillo nunca fue más rico. El humo jugando con la luz azul al ritmo de los beats me parece alucinante. Juego con mis mascotas, y creo fielmente, ahora sí, que pueden captar todo el vasto amor que les tengo. No hay mejor lenguaje que el cuerpo. Y con él, podemos expresar todo el amor del mundo.

Hubo un momento en que opté por el silencio. Apagué todo, las luces también, y me acosté sobre la cama y presté atención. Soy parte de las conversaciones ajenas, de las discusiones, del estrepitoso motor de los autos, de la tele del vecino, de la respiración de mis gatas. El universo sigue adelante ineludiblemente, y yo lo quiero detener por un instante. Quiero adueñarme del mundo, u olvidarme de él.

Sin embargo, también, hay un momento en que el MUNDO entero se silencia. Y ese momento es mío.

Este tema es uno de los que más me cautivó bajo estos efectos siderales:


Datos personales