miércoles, 6 de abril de 2016


Anoche fui a la ópera. Y esa quizá no es la parte más relevante de esta pequeña historia. Antes de entrar a la función, me encontré con mi acompañante, y ambas nos dispusimos a fumar algo de flores que yo tenía. Por lo general, no soy la que aporto, pero ésta era una excepción. Tengo que reconocer que fue fuerte y me pegó con celeridad. Al rato me sentía bastante atontada y creo que este efecto duró bastante, me sentía torpe en cada uno de mis movimientos. En finas palabras, pelotuda. Cuando comenzó la función, los primeros minutos eran instrumentales, y desde mi ubicación, podía divisar a la orquesta en la fosa. Yo estaba excitada por la música, algo fuerte se desbordaba en mi interior, me encantaba, quería más. Luego los actores salieron a escena, y estaba fascinada con las interpretaciones, las canciones, todo el conjunto en sí. Pero luego me empecé a dispersar bastante, y me costaba enfocar toda mi atención allí. Flasheaba mucho. Y por alguna inaudita razón, algo de la escenografía, no sé si las luces o qué, me despertó un pequeño recuerdo que no recordaba tener. Una nimiedad. Pero recordé que de chica yo iba a un colegio de monjas, y cada semana teníamos que asistir a la iglesia del colegio. En mi vida, había olvidado completamente el detalle de la iglesia. En parte, me agradaba, y por otra parte lo odiaba. Pero siempre me lo tomaba muy en serio todo este circo que la gente católica monta con gran vehemencia. En la iglesia, me dedicaba a rezar y nunca me distraía con mis compañeros y/o amiguitas. Me aislaba completamente. Supongo que estaba muy dedicada a Dios, y a todas estas figurillas inmaculadas. Pero por ejemplo, odiaba la confesión. ¿De qué se puede confesar un/a niño/a de 8 años? Y aunque me veía compelida a hacerlo, luego nuevamente me sentía pecadora otra vez. Yo no recuerdo cuáles eran mis terribles e imperdonables pecados. O sí. ¿Cuáles habrán sido los pecados de mi mejor amiga? Que dicho sea de paso, hace poco la vi por la calle, (ella no a mí), y me dejó un poco impactada haberla visto tan grande, tan mayor. Habernos cruzado por la calle sin mediar contacto alguno, y pensar que de pequeñas, nos confesábamos ambas en esa misma iglesia,y posteriormente salíamos a corretear por el patio olvidándonos de este gran señor redentor y todopoderoso. ¿Qué tiene que ver esto con la ópera? No tengo idea.

A la salida de la obra, llovía incesantemente, pero de esas lluvias que en lo particular no me molestan, y hasta a veces anhelo. Mi compañera me abandonó raudamente, y yo partí a casa. Llegué y tuve un sueño. En el sueño, tenía la misma sensación de haber asistido esa noche a la ópera. Aunque no estaba con esta muchacha, pero sí con un grupo de mujeres de indefinidas edades. Todas hablaban con la típica algarabía de quienes recientemente acudieron conjuntamente a un show y comparten comentarios sobre el mismo. Yo estaba con este llamativo grupo, pero poco me importaban sus comentarios. Estábamos ya alejadas del teatro, de hecho en algún lugar que parecía ser tipo el “post-show”. Pero era todo muy oscuro y lúgubre. Contrastaba con la alegría de las presentes. Allí había dos grandes casas desvencijadas. Un gran patio adornaba la parte delantera, y otro gran patio se extendía entre medio de ambas casas. Es decir, que una estaba detrás de la otra, para ser precisa. Pero todo allí era muy oscuro, incluso dentro de las instalaciones. Los cuartos eran muy espaciosos y de techos altos, y la madera crujía constantemente. Por alguna, nuevamente, inaudita razón; yo tenía que pasar la noche en una de esas casas. No sé si a modo de experimento o de seguridad, no lo sé. Tampoco quería hacerlo pero tenía que hacerlo. Tenía miedo. Y a mi disposición, solo contaba con una linterna que lanzaba una débil luz con la poca fuerza que le quedaba. Pregunté a las mujeres si alguna más se quedaba allí esa noche, pero ninguna quería. Lo cual me entristecía y me decepcionaba mucho. Pero definitivamente no quería estar en esa casa donde se escuchaba el fuerte rugir del viento, donde el frío penetraba por cualquier rendija existente; donde tenía que, de alguna manera, estar muy pendiente de la otra casa también. Donde seguramente no iba a poder dormir. 

¿Por qué escribo sobre ésto? Porque ya son las 05.18 am (ahora realmente son las 06.00) y no puedo conciliar nuevamente el sueño, y no tengo idea por qué esta situación generó este impacto en mí. Creo entender mi sueño, creo entender algunas conexiones expuestas, y no tan expuestas aquí; y sin embargo, no sé en qué parte de la historia encajaría la parte de la ópera. 

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